Llevo varios días queriendo hacer este post, desde que, en clase de ecología, mi profesor nos saltó con que
el motivo por el cual las hayas se dispersan es debido a que los arrendajos no saben contar. Evidentemente, me quedé con el dato (aunque también porque lo twiteé)
Y
entonces, se me ocurrió que una buena forma de aprender sobre la
dispersión era escribirlo y explicaros el caso curioso con el que nos
encontramos el otro día. Pero mejor comencemos por el principio.
La dispersión se trata de l
as estrategias que tienen las plantas para transportar sus semillas a gran distancia, colonizar
nuevos
espacios y así constantemente. Imagínate si no, todos los robles
apiladitos uno al lado del otro hasta que no pudieran ni crecer (bueno,
mentira, pueden llegar a desplazarse por gravedad, pero si están en
plano, ni eso). Por no hablar del hecho de que, sin este mecanismo,
cualquier alteración en el ambiente podría acabar con la especie antes
de que alcanzara un lugar en el que estuviera "a salvo".
(
cuanto
más estudias la biología más humanizas las cosas, así que acostumbraros
a que sienta lástima por los árboles o los trate como personas).
Evidentemente, como en todo en esta vida, no todas las especies
hacen lo mismo del mismo modo. Cada cual tiene su método para
dispersarse, bien sea por aire, agua, o con ayuda de otros organismos.
Se trata de la
dispersión por el viento, y seguramente sea la más visual.
Ahora
retrocedamos un poco a nuestra infancia (al menos a la mía) y recordad
cuando erais unos críos que se dedicaban a coger las semillas de los
árboles que al lanzarlas hacían como un helicóptero y giraban hasta caer
al suelo. O una piña. Esas también tienen las semillas parecidas.
¿No os viene nada a la cabeza? Probemos con el ejemplo gráfico.
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Ahora espero un "ohhh" general |
Esa es una semilla de arce, aunque la de piña es casi
clavada (un ala un poco más frágil y más simétrica). Evidentemente, con
ese ala, podemos intuir por qué se dispersa con el viento, ¿verdad?
Existen aún así plantas que aprovechan todavía más esta dispersión. Tal
es el caso del
abedul, que cuenta con una semilla casi diminuta y dos grandes alas (en comparación) que lo dispersan con mucha facilidad.
Por otro lado, otro método de dispersión que todos también conozcais es el de los
vilanos (¡cuidado, no son villanos!).
Se trata de una estructura que permite a la semilla flotar y ser
desplazada por el viento. Sí, estoy hablando del diente de león.
Con esta yo no crecí de pequeña, pero seguro que muchos sí. La
balocoria se trata de un tipo de dispersión explosivo. Yo soy muy de
ciudad, pero aun así al mirar los ejemplos he recordado que "
el pepinillo del diablo" era una planta de la que sí me han hablado.
Al
roce de esta planta, las semillas salen expulsadas, recubiertas por una
materia adhesiva que hace que se peguen a lo que esté ahí: ropa,
animales, madera... El caso es que se aleje.
Y aquí venimos a la dispersión que da origen al post. Esta
dispersión se basa en que la semilla quede, o bien pegada al pelaje del
animal (bien sea por pinchos o el pegamento explicado en el anterior
caso), ingerida por éste y expulsada en la digestión (vamos, una fruta
de toda la vida) o bien, como es el caso de las hayas, que sean
almacenadas por un animal que, por un motivo u otro, no llega nunca a
comer esta planta.
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Por suerte nosotros también disfrutamos de la fruta... |
¿Cuáles son esos casos? Pues el primero puede ser
que un ratón o una ardilla esté armándose de provisiones para el frío
invierno. Se encuentra con una suculenta castaña y dice "
pa' la saca"
y va a su madriguera, entierra la semilla y sale en busca de más. Pero
entonces una mala lechuza ve a la ardilla o al ratón, sonríe con malicia
mientras alza el vuelo y piensa "
pa' la saca" y todos sabemos lo
que viene después. El ciclo de la vida. Lo único bueno es que las
semillas se encuentran enterradas en un sustrato bueno que las permite
germinar, y con el tiempo tenemos un arbolito nuevo.
El caso dos
es el que más me llamó la atención, el del arrendajo. Este córvido se
encarga de recoger las semillas de las hayas, cargar con ellas y
esconderlas, entrerrándolas en el suelo. Repite este proceso unas 100
veces, supongamos. Pero... ¿de verdad va a acordarse de 100 sitios? ¿O
del número exacto de semillas que ha plantado? Pues va a ser que no.
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A ver, esta es la número 15... ¿o no? |
Pensándolo de este modo, si el arrendajo
supiera contar, tal vez dejaríamos de tener hayedos, y robedales, y
castaños, y muchos frutos secos de los cuales él se olvida que ha
cogido, o dónde los ha dejado. Supongo que deberemos agradecerle su
principio de alzheimer, ¿no? Además, es un animal majestuoso.