RadCan 0714: la campaña.

¡Buenas!
He vuelto de vacaciones, y, como tengo esta entrada en el tintero desde hace mucho, he decidido explicar qué es lo que hice este año en mis prácticas de empresa.
Como ya advertía hace tiempo en mi "diario" en Beyond a Writer's Mind, quería hacer una entrada resumen de mi salida en barco durante la campaña RadCan de Julio. Y tras mucho tiempo, está completa. Espero que quede todo claro, aunque si hay algo que no pilléis, podéis preguntarme.
Dicho queda, comencemos con una breve introducción.
Desde el instituto español de oceanografía se llevan a cabo varias campañas para evaluar el medio marino. En concreto, el oceanográfico de Gijón y el de Santander hacen un seguimiento de las
radiales de Cudillero, Gijón y Santander desde hace más de 15 años.
Ahora tal vez os estéis preguntando, ¿y qué es una radial?
Una radial no es más que el nombre que se le da a un muestreo en linea recta desde la costa hacia el interior marino. O desde un punto concreto en linea recta hacia el interior. Muy al interior. Dejé de ver costa. Se realizan varias medidas, como iré contando día a día.



Día 1: La llegada

 El primer día de la radial, de llegada, fue una intermitencia entre estrés y calma prolongada. En primer lugar, por la mañana tuve el tribunal de evaluación de las prácticas externas (que saqué un 9!!) y estaba como un flan. Me cambié de ropa tres veces y además estaba asada. Para colmo, fui la primera en entrar, aunque eso en parte fue un alivio, me hicieron preguntas sencillas y les gustó lo que dije, así que, pese a todo, fue bien.
Entonces tuvimos que ir al barco a cargar el material. Material pesado, y yo con brazos de pollo. Usamos la grua para meter las cosas en el barco y tuvimos una breve visita turística por el barco.
O la santa barcaza. 46 metros distribuidos en dos pisos con cocina, comedor, salón, varios camarotes y laboratorios, y esas fueron solo las zonas que vimos.
Salimos para dejar comer a los marineros, que tienen un horario descabellado, comen en dos turnos a las 11 y a las 12 y cenan en dos turnos a las 7 y 8. Ni siquiera se hizo de noche.
Hablando de eso, a la noche a las 8 subimos al buque para preparar el laboratorio. Atamos todas las bombas de succión, el bote de nitrógeno y sacamos las redes de sus bolsas... En general, lo dejamos todo precioso.
Con ayuda de uno de los marineros del buque, pero shh
Y, con ello, finalizamos el día.

Día 2: Gijón y estación nocturna.

Amanecimos todavía en puerto, con la luz solar, sobre las 7 de la mañana, dispuesta a investigar la ducha del camarote. Era como estar en una habitación chiquitita con dos literas, con una cisterna que hacía un ruido similar a un Nazgûl y una ducha sin cortina que inundaba todo el baño antes de que pudieras hacer nada. Por lo menos la ducha tenía termostato, y era fácil usarla, pero sin mucha presión o sientes que se te va a escapar del baño.
Tras vestirme y pasar a buscar a Aurora, mi compañera, para desayunar. Había un poco de todo, pero lo importante fue que había Nesquick. NESQUICK. Me conquistaron con eso.Tras desayunar dejamos el puerto y comenzamos el camino a la estación número 1 de Gijón, es decir, el lugar donde comenzaba el muestreo.
Esta es la roseta. Pesa, ¿eh?
El análisis consiste, en primer lugar, en dejar bajar una roseta que mide parámetros físicos como la salinidad, temperatura y pH. Con esta roseta también recogíamos el agua a distintas profundidades, gracias a un complejo sistema de pesos y poleas (y no es coña, aunque mis amigos, que captarán esta frase, dudo que lean esto), y de este modo se podían medir valores como la concentración de nutrientes, oxígeno y clorofila a las distintas profundidades marinas.
Así comenzaban nuestras aventuras, la roseta bajando al agua y Aurora y yo emocionadas pensando que el día todavía era joven, la mar era buena y el trabajo sería fácil.
De no ser porque era mucho.
Cuando la roseta sube, se comienza el trabajo. Hay mediciones que tienen que hacerse en orden, ya que los nutrientes o el oxígeno se degradan muy rápido. En la estación de Gijón comenzamos por los nutrientes, que es, quitando el oxígeno, lo que primero se degrada. Se utilizan guantes como los de frutería para coger las muestras de la botella, primero lavando los frascos con el propio agua de la roseta y llenando luego el bote. Luego los nutrientes iban a guardarse a un congelador a -20 grados, y se continuaba con la recogida de agua para medir clorofilas.
Pensaréis que no es posible medir algo que es más pequeño que una célula de planta, pero os sorprenderíais. Se llegan a medir o bien totales, que son un colector de cristal y un solo filtro que lo recoge todo, o fraccionadas, que se dividen en filtros de 20, 2 y 0,2 micras. Los filtros están situados uno encima del otro, de modo que lo que no se queda en el de 20 cae al de 2 y así hasta llegar a 0,2, todo ello conectado a una bomba de succión que absorbe el agua y facilita la filtración.
Teníamos que coordinarnos, una echaba el agua y abría la bomba y otra iba recogiendo los filtros y poniendo unos nuevos, de modo que pudiéramos llevar todo al día, tanto de clorofilas totales y fraccionadas. Cuando estaban ya filtrados, era necesario doblar y secar varias veces el filtro con papel secante y guardarlo en un pequeño vial, que, de nuevo, iba al congelador, pero este sin tanta prisa.
Por último, de la roseta se cogía agua para analizar el picoplancton, es decir, las bacterias que se encuentran en el agua. Es necesario utilizar un fijador para que no aumenten ni se degraden, dejándolo actuar 10 minutos antes de meterlo en nitrógeno líquido dentro de unos calcetines de ejecutivo para que no se caigan. Sí, calcetines de ejecutivo. La modernidad en la investigación.
Otra de las recogidas que se hacía era con red. Pueden hacerse dos tipos de recogida con este método, una vertical, en la que se deja caer la red y se sube en vertical; y otra oblícua, en la cual el buque está en movimiento y se hace una recogida en forma de V, primero descendiendo hasta 5 metros del fondo y luego volviendo a subir, midiendo con un flujómetro el volumen entrante, y el tiempo de arrastre. Estas redes lo que recogen es zooplancton, o bien para medir la biomasa separando por tamaños, o bien para taxonomía. Como normalmente tienen 2 redes del mismo tamaño solapadas se utiliza una para cada cosa en las verticales, y en las oblícuas se usan ambas para taxonomía.

Hay cosas distintas según la estación. En la segunda estación de Gijón, también conocida como el apocalipsis, se mide todo lo comentado anteriormente, y también se guarda un frasco pequeño para taxonomía de fitoplancton, y se hace un HPLC.
¿Qué es eso? Se trata de una recogida de todos los tipos de pigmentos de las plantas: clorofilas, carotenos, xantofilas... Se tiene que medir un litro de muestra que pasa a través de un tubo muy fino hasta caer en un filtro como el de las clorofilas totales. Y tarda, una barbaridad. Puede estarse más de una hora y tú mirando como idiota. O por lo menos lo harías si tuvieras tiempo, que no suele ser el caso.
Esta fue la radial de la muerte, la que tiene 8 botellas de la que tienes que coger de todo y tres redes que hacer. Esta es la estación en la que trabajas filtrando y doblando y secando hasta que llegas a la siguiente estación, casi sin sentarte. Porque solo hay dos bombas de succión de agua y tienes que hacer 4 tipos de filtraciones, y uno tarda una hora. Es agotador, si soy sincera, y se notaba.
Lo mejor fue que a las 12 tuvimos que parar a comer. Sí, a las 12. No te da tiempo a digerir y ya comes. Recuerdo que había para comer garbanzos con espinacas y arroz con conejo. Una comida contundente. No soy muy de garbanzos, pero tenía hambre y la verdad es que estaban ricos. Te acabas acostumbrando a comer a esas horas. A duras penas, pero te acostumbras.
Volvimos y seguimos el trabajo de redes y muestreo, mientras el barco avanzaba hacia su nuevo destino. Lo dicho, las cosas iban lento y nos costaba comer, pero hicimos un poder.
Por último y tras el trabajo de la estación 2, la tres pareció casi una bendición. A pesar de tener nueve botellas en vez de 8, el trabajo era menor, con lo que acabamos rápido. Nos dolía todo y estábamos que nos caíamos por todas partes, pero aguantamos lo suficiente como para quitarnos el traje de agua y las botas de seguridad y bajar al camarote, yo a leer viendo por la ventana el mar hasta que mis ojos se acabaron cayendo del sueño y me quedé grogui. Recuerdo que Aurora me despertó y me dijo que si íbamos a comer algo, pensando como idiotas que a la noche tendríamos poco que comer.
Así, a las 3 merendamos, teníamos el horario MUY cambiado, y la verdad es que se notaba. Nos sentamos a ver la tele, pero no sabíamos poner el satélite y solo pillamos un episodio muy raro de hora de aventuras, así que al final lo que hicimos fue ir al camarote a comer y dormir de nuevo, puesto que a las 11 teníamos trabajo de nuevo.
Las 7 y la hora de la cena llegaron muy pronto. En serio, es muy triste comer a las 7. Estaban los investigadores bromeando sobre quién no tenía hambre a las 7 de la tarde, y yo desde luego, habiendo merendado patatas y guarrerías por un tubo, no era una de esas personas dispuestas a cenar. El mundo debía de saberlo, pues me puso para comer bacalao y judías. ¿Sabéis? No soy precisamente una mujer comiscas, casi siempre como de todo y hay una selección de cosas que no me gustan. Creo que todas llegué a tenerlas de menú en el barco. Debo tener mal karma. Por lo menos de postre había flan, así que me quedé esperando mientras todos comían hasta que comenzaron a repartirlo. Era de caramelo en vez de huevo, pero no dejaba de estar delicioso.
Tras cenar, tocaba ir a ver bajar la roseta hasta 2000 metros. Despacio, muy despacio. Aurora tenía el estómago llenísimo y se mareó un poco, yo tenía sueño. El barco daba sueño. Estuve a punto de dormirme varias veces, pero entonces nos vinieron a hablar de cosas muy interesantes, como de una corriente submarina proveniente del mediterráneo, o de lo que necesitaríamos aprender para trabajar en el oceanográfico. También, cuando comenzó a anochecer, nos mandaron ir a ver si veíamos el rayo verde, y fuimos a sacar fotos a la puesta de sol.
No es un rayo verde, pero fue bonito.
Al volver aún nos quedaba un buen rato hasta que la botella subiera y estuvimos de charla otra hora. Es lo malo de mandar bajar una roseta, que pesa una barbaridad, a 2km de profundidad. No puedes ir muy rápido o desestabilizarías la roseta y el barco, así que no haces nada.
Pero cuando comienzas el trabajo, tienes mucho.
En la estación nocturna es la primera vez que vimos la recogida de oxígeno, y deciros que me enamoré de la forma en la que se recoge es decir poco. Es un trabajo muy delicado, pues tienes que intentar que no entre oxígeno del exterior o podría degradarse. Se coloca un pequeño tubo para que el agua no quede en contacto con el aire y se va atemperando la botella a medida que se lava, con mucho cuidado. Después se deja que llene y rebase de agua, y se fija con dos compuestos que no conozco y agita hasta que queda algo de un color arenoso, y fresco, que es muy bonito. Es un proceso muy delicado que me hacía quedarme con la boca abierta de lo bonito que era.
Lo malo de esta estación es que, a las 11 de la noche, tienes que ponerte a hacer una HPLC de esas que duran horas. En rigor, 4, cuando solo hay 3 botellas. Es un poco putada, pero por alguna razón había una bomba que funcionaba mejor que la otra y se hacían traslados para que filtrara más rápido. Es lo que más cuesta de toda la estación y cuando al final te quedas sentado esperando a ver cuándo acaba para irte a dormir, que a las 6 tienes que volver a estar en pie.
Así acabó el día 2, cargado de emociones, muchas horas muertas y mucho cansancio acumulado. Me metí en la cama y no recuerdo si fue el balanceo del barco, el sueño o que no tenía cobertura para charlar por whatsapp, pero no veáis lo rápido que caí en redondo.

Día 3. Cudillero

Cudillero es un pueblo al oeste de Gijón, a donde nos habíamos dirigido por la noche. Cuando desperté y me metí a la ducha ya estábamos casi allí, y se notaba el movimiento en el balanceo del buque, y eso que andaba en la proa. Es incómodo ducharte en un buque que se mueve, yo solo lo comento. De algún modo me las apañé para sobrevivir a todo tipo de caídas, con lo torpe que soy yo, y me vestí y dispuse a pasar a buscar a Aurora para desayunar. Estaba puesto el canal 24 horas, pero no me enteraba de nada. Estaba rotísima, y eso que había dormido bastante.
Además, aquel día Aurora y yo teníamos una misión preparada: era nuestro día para ver delfines. Toda la tarde estaba libre y pensábamos ir a proa y no salir de ahí hasta que viéramos algo.
Pero primero la recogida de muestras.
He de acalarar que Gijón es la radial dura, la que tiene muchas filtraciones y mil cosas más, y que Cudillero es amor. En la primera estación solo se miden clorofilas totales y nutrientes, y de la biomasa se encargaba otro técnico. En la estación 2 se analizaba también el picoplancton y se cogían botes para taxonomía de fitoplancton, y de nuevo en la 3 solo había clorofilas y nutrientes. Todo fue muy rápido y sin incidentes, excepto porque una de las bombas de succión cogió agua salada y comenzó a detenerse hasta que petó. Por suerte el día duro (Gijón y la nocturna) había pasado, o nos habríamos quedado ahí todavía intentando arreglarlo.
Comimos, de nuevo, a las 12. Era el día del Carmen, patrona de los marineros, y tocaba comida gallega como nuestros marineros.
Pulpo.
Soy gafe, ¿vale? Es raro pero pusieron los únicos 4 platos que no como. Soy algo gafe. Yo me quedé mirando esperando el cordero, creo que era, mientras comía pan y Aurora se reía de mi, pues sabía que no me gustaba. Al final, después de comer, estuvimos un par de horas durmiendo hasta que subimos a cubierta a tomar pipas, aceitunas rellenas de anchoa, y hacer trabajo de avistamiento.
Y dio sus frutos. Vaya que si dio sus frutos.

Hay otro vídeo mejor, pero no lo tengo yo. Fue hermoso aún así. Yo no tenía palabras y habría vivido toda mi vida solo con ese recuerdo, escucharles, verles jugar y sentirles... Son tan bonitos...

 

Día 4. Santander

Amanecimos rodeados de niebla y yo con el pecho encogido de las ganas que tenía de llegar a casa (para meterme en mi barco y seguir navegando, pero yo llevando el timón).
Lo bueno de la radial de Santander es que tardabas poco en hacer las cosas. A veces solo había que medir nutrientes y otras solo era bajar para medir los componentes físicos, con lo que tenías tiempo para ir poco a poco guardando las cosas y salir cuanto antes.
Volvimos a ver delfines. Esta vez cazando, formando un grupo de caza y desviándose unos pocos para llevar la comida hacia el grupo grande y que no pudieran escapar. Aurora y yo no podíamos de la emoción, hasta escuchamos cómo se comunicaban y yo me planteé tirarme al agua para nadar con ellos, pero sabía que el barco no daría la vuelta.
A medida que nos íbamos acercando hacia el faro me podía la emoción. Pronto se veía la playa, llena de gente, y comencé con Aurora a señalarle todo, a explicarle qué era el faro de la cerda, la isla de mouro... A hablar con mi padre a ver si me veía desde casa...
Somos el barco chiquitín, no el carguero enorme.

No sé cómo decir que ha sido una de las mejores experiencias del año, que me han hecho recuperar la fe en mi carrera y que estoy deseando poder comenzar con el doctorado, y que viviría en ese barco. Creo que no diré las veces suficientes que ha sido una experiencia maravillosa, tanto la campaña como el oceanográfico, y que si hay algo que tienes que hacer en tu carrera es prácticas de aquello que te gustan.
No sé cómo dar las gracias por todo, y solo quiero que sepáis que hay momentos en los que una no puede ser más feliz.
Y este fue uno de esos momentos.

1 comentario :

  1. La foto del rayo es preciosa!! Jaja dicho esto, jo, qué experiencia, ¿no? ^^ Me alegra que hayas recuperado la fe en tu carrera y que hayas visto delfines!! Jaja es que me encantan los delfines y hace tiempo que no veo ninguno... En fin, ahora a seguir creciendo y mejorando día a día :))
    Un abrazo y pásate cuando quieras :3

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