Mi Celsius 232 de este año no comenzó bien, no sé si lo sabéis. Si me seguís por twitter me habréis escuchado hablar del señor de blablacar. El señor de blablacar es un señor que iba a Viveiro, pasaba por Santander y había acordado dejarme en la estación de autobuses de Avilés a una hora decente de la mañana del miércoles. Sin embargo el señor de blablacar había tardado en contestarme a los mensajes de whatsapp, no tenía foto de perfil y decía que su número de móvil ya no era su móvil. La verdad es que tal vez hubo señales para no fiarme... Y por eso tenía un plan B.
Sí, lo habéis adivinado. El señor de blablacar no llegó a aparecer.
Voy a hacer un mini inciso en la anécdota para pedirle a Blablacar que por favor permita poner un aviso en la puntuación de una persona si esta no aparece, porque al final yo solo veo las buenas opiniones y no hablamos de que dejó plantada a la gente el 11 de Julio de 2018...
En fin. Como iba diciendo, yo tenía un plan B. Cris Bizcochito me rescató en Torrelavega de la que ellos venían de Burgos. Porque el Celsius es apoyarse, quererse y ayudarse los unos a los otros, y la prueba está en los actos como este.
Llegar a Avilés al final supuso muchos abrazos y sonrisas. Estaba cansada y todavía arrastraba un poco de estrés, pero eso no me impidió querer ir, buscar y saludar a toda la gente a la que hacía tanto que no veía. A Brezo, a Iria y Selene, a Mangri, a Khardan, a Carla, a Lu, a Alba... También me permitió conocer a gente como Haizea o Clara, y desvirtualizar a Clary. Siempre te encuentras con gente nueva, y este Celsius me ha traído a personas maravillosas a las que por fin pongo cara y voz.
Tras cenar en el italiano (hablo de "el italiano" como si no hubiera más en Avilés porque durante el celsius no hay más en Avilés) nos decidimos a sentarnos en la calle a ver Coco para dejar que las emociones a flor de piel del Celsius se combinaran con las que te da la película, y nos volvimos a la habitación del hotel con lágrimas en los ojos de la emoción. Es gracioso que llorara más viendo la película por segunda vez, como si la primera no me hubiera curtido lo suficiente. Aún así me parece una película preciosa y verla con amigos es lo mejor que te puede pasar.
El jueves 12 comenzamos la velada con un taller de escritura para hablar de la autopublicación. Los comentarios de Gabriella Campbell me parecieron muy interesantes y motivadores, instándote a enviar a concursos, por ejemplo, por tener una fecha de entrega y curtirte con los rechazos. También nos dio trucos para fechas de publicación y nos contó que con una editorial no todo era coser y cantar. La verdad es que me alegro mucho de haber asistido a ese curso, porque sales con unas ganas de escribir y una chispa de energía que normalmente no sientes. Ya conocía a Gabriella, aparte de por sus libros, por su libro "70 trucos para sacarle brillo a tu novela" que me pareció bastante interesante para el proceso de corrección de un libro.
Salí de allí directa al parque. Me encantan las charlas y todo lo que ofrece el Celsius, pero tener un parque como punto de encuentro es uno de los mejores atractivos del evento. Estuve un rato charlando con Selene de todo y de nada, para luego asistir a la charla de Victoria Álvarez hablando de sus libros. Era la primera vez que venía al celsius, y me emocionó que a ella también le conquistase el ambiente del evento. Uno de los comentarios más tiernos que recuerdo es Selene diciendo que Victoria era muy cuqui, porque además te refuerza algo que tengo bien claro, que las autoras son amigas y compañeras. Que se apoyan y no compiten, y que juntas forman algo muy grande. Esa es una idea que se repitió mucho en el evento y se refuerza con el apoyo que se dan en redes sociales, y en la vida real, el resto del año.
Comimos muchísimos en una mesa enorme, autores nacionales e internacionales y una chica desconocida como yo. Me sentía muy pequeña y muy grande al mismo tiempo, y muy apreciada por todos, y cuando salimos de allí, me sentí todavía más integrada cuando me senté a tomar tarta y escribir junto a Selene y Victoria. Que en realidad estábamos hablando por twitter casi todo el tiempo, pero al menos algo escribí.
A la tarde del jueves nos acercamos al auditorio para escuchar a las antólogas hablar de las distintas antologías y premios escritos por mujeres, como el premio ripley, alucinadas y terroríficas. Me pareció una charla muy interesante porque permitía presentar las distintas antologías, pero al final se les fue el tiempo enseguida, sin poder hablar casi de cada una. Me hubiera gustado más que estuvieran más separadas para tener el espacio que merecen, que no tiene por qué ser compartido, y así poder haber tratado otros temas dentro de esa mesa redonda. Puede que además así podrían haber hablado las propias premiadas, y no las antólogas.
Cenamos unos cuantos en un restaurante marroquí, instaurando una tradición para que los introvertidos nos juntemos en una mesa a charlar a baja voz, y a veces quedarnos callados para escuchar una anécdota impactante de uno de nosotros. Me encantó disfrutar de ese momento porque soy de las personas que tiende a escuchar las conversaciones en una mesa antes que a hablar, sobre todo cuando son temas interesantes de los que conozco poco. De esa cena recuerdo, sobre todo, la comodidad con la que estábamos todos, incluso cuando nos tuvimos que mover varias veces para hacer hueco a más gente.
El viernes ya sabía que iba a estar motivada tras el taller de escritura, así que fui al taller con el portátil en la mano para escuchar a Gabriella hablarnos de técnicas para que nuestra escritura sea más productiva, ponernos objetivos o usar aplicaciones para mejorara nuestra productividad. Por ejemplo yo estoy ahora usando pathjet para escribir este post, basándome en la técnica pomodoro de centrarme 25 minutos y descansar 5. Con la tontería llevo dos semanas enteras escribiendo mínimo 200 palabras cada día y un par de capítulos más en la guantera. A veces es difícil encontrar el momento, pero entre que no estoy sola en el reto y que soy muy competitiva conmigo misma, sigo adelante. Por eso se me da tan bien el NaNoWriMo.
Selene siendo una princesa de cuento, lo mejor del celsius |
Aprovechamos el estar en el parque para asistir a la charla de No es un Hobby sobre fantasía antigua y moderna, hablando sobre lo que era la fantasía y lo que nos gustaría que fuera. A veces era muy generalista, o puede que yo, criándome con una madre amante de la fantasía, conociera a autores que cambiaban las bases generales de la fantasía clásica y por eso, en algunos momentos, no me sorprendiera demasiado. Sin embargo fue interesante hablar y escuchar sobre distintas voces, la tormenta de ideas que surgió y los títulos que se recomendaron. Me volví con una lista de libros pendientes que no hace más que crecer.
A la tarde, después, hubo una charla sobre la creación de personajes femeninos, y fue el primer momento en el que escuché hablar a Elisabetta Gnone, la autora de las WITCH o Fairy Oak. La forma en la que hablaba estaba cargada de fuerza y con ánimo inspirador, pero sobre todo invitaba a la unión entre mujeres, a abrazar lo femenino y a rechazar la vergüenza que quieren hacernos sentir cuando nos gusta el rosa. Hablaba con un tono tranquilo, a veces dulce, pero lo hacía con fuerza. De verdad que me alegro muchísimo de haber asistido a esa charla.
La tarde fue mucho más tranquila, aprovechando un rato para estar con gente a la que hacía tiempo que no veía, comprar dados en la tienda de Hangar Rebelde (suele ser una actividad que hago todos los celsius, porque adoro comprar dados) y disfrutar de un cachopo y sidra para cenar. Para cuando volví al hostal me dije que me pondría a escribir, pero nada más lejos de la realidad. Me tiré en la cama y tardé nada en quedarme dormida, vigilando porque tenía que abrir a mis compañeros de habitación, que se habían ido de fiesta.
El sábado comenzó también fuerte, con la presentación de la segunda revolución. El año pasado me compré la primera parte en el celsius y sigue siendo un libro que aún no he leído. Últimamente me cuesta más leer en físico por estar acostumbrada a leer tirada en la cama, así que ahí está, en la estantería. La charla solo hizo que tuviera más ganas de leerlo, así que tengo que ver cómo me las ingenio para obligarme a leer en físico. Deseadme suerte.
Seguido iba la charla de Elisabetta Gnone sobre Fairy Oak, que terminó por venderme la saga. Hace un par de años le había regalado a mi ahijada el primero de la saga, aunque yo no la había leído cuando salieron. Sin embargo, cuando escuché que los libros hablaban sobre la naturaleza en un tono respetuoso, y tras escuchar a Elisabetta hablar de ellos, salí disparada a la tienda para comprarlo. Y también pillé Olga de Papel, su novela más actual, que ahora está también en mi pila de lecturas pendientes si descubro cómo convencerme de leer en físico. La presentación de la novela corría a cargo de Iria, que me contagió la sonrisa al verla tan ilusionada con lo que contaba Elisabetta Gnone. También fue muy gracioso ver a las dos protagonistas de su novela campar por el celsius, rodeadas de verde hasta el punto de parecer la propia portada de su novela.
La cola de Elisabetta Gnone me comió el resto de la mañana. La recuerdo con diversión por estar junto a Clara y Selene, hablando. También la recuerdo con ilusión cuando nos presentaron a Elisabetta en persona, y nos sacamos una foto con ella. Y cuando de golpe me nombraron como autora y yo entré en pánico porque lo más autora que soy es de una historia subida en wattpad y mis relatos en Beyond. Creo que me quedé sin habla hasta el punto de haber estado más de una hora pensando en darle las gracias a Elisabetta por su firma en italiano (de algo me tiene que servir el viaje a Italia tan accidentado... ya os haré crónica) y entré tan en shock que no fui capaz ni de decir "grazie mille" y acabé diciendo "muchas gracias" y dando la vuelta mientras me llamaba idiota. Soy una persona seria, como veis.
Tras comer llegó uno de los momentos que más ilusión me ha causado este celsius. Pero de verdad. Porque yo iba a las escaleras de la iglesia con la idea de acompañar a Selene y quedarme sacando fotos, pero entonces me empujaron a sentarme en la escalinata frente a autoras de renombre, autoras publicadas. Porque yo era una más. Me sentí pequeña y enorme al mismo tiempo y creo que no acabo de creerme estar ahí, entre tantas mujeres, reivindicando un lugar que ya debería ser nuestro. Existimos, no somos pocas, y escribimos de todo. Y lo hacemos bien. Y no deberíamos estar justificando nuestra presencia en festivales como si nuestra calidad fuera inferior o no mereciera la pena. Por suerte, ese encuentro es ya la prueba del cambio, de que queremos reivindicar nuestro lugar y no vamos a parar hasta conseguirlo. Porque hay que seguir luchando.
Así que yo, con el pecho hinchado de la emoción, continué el celsius. Tomé una tarta y un smoothie para reponer energías después de tanta ilusión y después me planté junto a Iria y Selene en la presentación de sus novelas. Repartíamos marcapáginas, porque después habría un sorteo de la portada de despedidas, y cuando repartimos todos vimos que había 154 personas en la carpa de actividades, lo cual se notaba por el calor, y me invadió una oleada de orgullo por mis amigas. Por tener tanta gente que les sigue, interesada por sus novelas. Ojalá poder verlas el año que viene en el auditorio, llenándolo.
Después de aquello las ayudé a ir a su zona de firma porque sabía que tenían poco tiempo. A la media hora, Iria tenía otra actividad que se le solapaba y les ayudé, de nuevo, a repartir numeritos para la pausa que tenían que hacer hasta que la actividad de Iria terminase. 50 personas había en la cola en el momento en el que, tras media hora, tuvieron que cortar la firma. Más los que se quedaron a recibir solo la firma de Selene porque tenían que irse. Me dio un poco de pena verlas luego disculpándose con cada persona de la cola por algo que tampoco era su culpa, sino solapamiento de horarios.
No llegué a verlas terminar de firmar antes de entrar al acto de hijos de Mery Shelley en el auditorio. Era una charla sobre el libro "Frankenstein resuturado" en el que luego también hablaban de sus ilustraciones, leían relatos y había música. Siempre me gusta asistir a este evento, desde que Raquel me habló de ellos varios años atrás, y al final es una tradición a compartir con una amiga a la que últimamente veo poco.
El celsius se terminó entonces, pero no del todo para mi. Los años anteriores me había quedado a dormir en Oviedo, pero este año por fin podía disfrutar de la noche de Avilés, con todas sus ventajas. Cenar con amigos y no tener hora de vuelta o desayunar con ellos es nuevo para mi, y me parece una experiencia más del evento, a tener en cuenta a la hora de buscar alojamiento. Lo peor para mi es la despedida, ese momento en el que miro al cielo para evitar que se me escapen las lágrimas de pena por no volver a vernos en mucho tiempo. Le tengo mucho aprecio a la gente que se queda atrás cuando finaliza el evento, amigos a los que veo muy pocas veces a lo largo del año. El celsius 232 es, aparte de un festival maravilloso, una excusa para vernos y ponernos al día sobre nuestra vida, y un motivo perfecto para reencontrarnos en torno a la literatura y la ficción. Lo mejor es ese momento en el que yo ya estoy contando con un plan A y B para el celsius del año que viene, porque nada más terminar ya te pones a pensar en lo mucho que te va a ilusionar el año que viene.
Si hay algo con lo que quedarse del celsius es con su gente |
No hay comentarios :
Publicar un comentario